Con gran fervor bajo la lluvia, Buenos Aires dio el último adiós a Kirchner
18:26 | La lluvia dio, como en esos partidos de fútbol que parecen más batallas que juegos, un marco para que la militancia diera tono épico a la despedida final de Néstor Kirchner de la ciudad de Buenos Aires.¡Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar!", fue la primera consigna que golpeó como una ola al cortejo fúnebre apenas salido de la Casa Rosada. Instantes antes, la expectativa se convirtió en silencio, con los acordes de la fanfarria Alto Perú y la Marcha de San Lorenzo. La multitud empezó luego a corear los versos de la obra musical más popular del Ejército: "y la voz del gran jefe, a la carga ordenó".
Militantes, personas "sueltas", oficinistas, curiosos, trabajadores, se abalanzaban sobre los efectivos de la Policía Federal que hacían lo imposible, como parte de un verdadero colchón humano, para preservar la seguridad presidencial.
Algunos mojados, otros cubiertos con diarios, vestidos con pilotines que se vendían en la calle por 10 pesos y otros con paraguas, la mayoría de las personas se ubicó sobre las veredas de las avenidas Leandro N. Alem y Córdoba donde esperaron tranquilos.
El cortejo partió a las 13:19 de la Casa Rosada, guiado por el automóvil que llevaba a la presidenta Cristina Fernández y sus hijos Máximo y Florencia.
También delante estaba el vehículo que trasladaba al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que recibía apretones de mano y gritos de aliento por la ventanilla.
Detrás, el automóvil fúnebre que llevaba los restos del ex presidente, cubierto por flores, banderas, papeles mojados y cascos de trabajo.
Una Alicia Kirchner cansada, a punto de quebrar en llanto en una "combi" apenas detrás del cortejo, tocaba la ventanilla al escuchar los gritos de la gente. El gobernador José Luis Gioja iba en soledad en otro de los vehículos asignados para seguir el camino del féretro hasta el aeroparque metropolitano.
El ministro Carlos Tomada, por su parte, eligió compartir estos primeros metros recorridos a pie detrás del automóvil que llevaba los restos de Kirchner.
Sin un vallado que la contuviera, una verdadera marea humana se agolpó sobre los vehículos en la avenida Alem, empujados desde atrás por una columna de la agrupación oficialista juvenil "La Cámpora", cuyo mentor fue Máximo, hijo del fallecido ex presidente. A paso de hombre, el cortejo recorrió las primeras ocho cuadras y tardó más de media hora en realizar ese recorrido.
Desde los balcones de edificios y oficinas más curiosos, más simpatizantes, más gritos, más aplausos, se sumaban ante el paso del féretro.
Claveles rojos y amarillos, consignas de "Argentina, Argentina", empujones y escenas de cierto nerviosismo por parte de las fuerzas de seguridad, todo mezclado, condimentaban el lento paso del cortejo. En el cruce de Perón y Alem, al subir la calle hacia el microcentro, como en una tribuna, decenas de personas veían desde lo alto lo que pasaba y arengaban con el -constante durante los últimos dos días- "andate Cobos, la puta que te parió".
"¡No se corra ninguno, no se corra ninguno! ¿estamos?", se desgañitaba un jefe policial al darle órdenes a sus subordinados, con gran preocupación para que nadie tocara el automóvil que trasladaba los restos del ex presidente.
El cortejo aceleró su paso al llegar a la avenida Libertador, en la zona de Retiro, y obligó a los manifestantes a correr cuan maratón detrás de los restos del ex presidente.
Una hora después de haber salido de la Casa Rosada, el cortejo arribó al aeroparque metropolitano, donde lo esperaba otra multitud agolpada en el portón de ingreso a la pista.
Los granaderos fueron los encargados de recibir y cargar el féretro desde el automóvil hasta el avión, custodiados por Cristina y Florencia inmediatamente detrás. Máximo había quedado unos pasos rezagado luego de mostrarse visiblemente quebrado en ese momento.
El avión partió, con una gran cantidad de banderas argentinas flameando sostenidas por los trabajadores de la pista del aeroparque Jorge Newbery.
Y todo bajo la lluvia, como marco épico, pero también dramático, como despedida final para Néstor Kirchner de una ciudad, de una metrópoli, que hace tan solo siete años no podía ni pronunciar con corrección su apellido.